Tolkien y los cuentos de hadas
Por Valmore Muñoz Arteaga
Un tema recurrente en la discusión de algunos catedráticos de literatura es
el referido a la literatura infantil y qué tan pertinente es la lectura de
algunos clásicos de este género por parte de los más pequeños. Algunas veces
las discusiones terminan siendo aburridas peroratas bizantinas que no permiten
adentrarnos en tan maravilloso mundo como es el territorio de lo infantil. Y si ya la discusión sobre
el concepto de literatura infantil podría ser infame, no se imaginan cuánta
tela se ha cortado en torno al escritor sudafricano J. R. R. Tolkien, rescatado
del olvido por Peter Jackson y su magnífica adaptación de la obra principal del
escritor: El Señor de los Anillos. ¿Es
o no es Tolkien un autor infantil? No veo a dónde nos pueda conducir esto,
cuando hay pequeños que se han atrevido a leer La Metamorfosis de Kafka o el Diario
de Ana Frank y no parece haber afectado negativamente en el espíritu de los
imberbes, al menos eso creo. Por si fuera poco, la discusión sobre Tolkien ha
llegado a los límites de intentar definir si su obra pertenece o no al género
fantástico, más específicamente a los cuentos de hadas.
Según la teoría de Todorov expuesta en su estudio Introduction á la littérature fantastique, diferencia tres
categorías dentro de la ficción no-realista: lo maravilloso, lo insólito y lo
fantástico. Cada uno de estos géneros se basa en la forma de explicar los
elementos sobrenaturales que caracterizan su manera de narración. Si el
fenómeno en cuestión puede explicarse racionalmente al final del relato
entonces es insólito. Si el fenómeno
natural permanece sin explicación cuando se acaba el relato, entonces nos
encontramos ante lo maravilloso. Lo fantástico se encuentra entre lo
insólito y lo maravilloso, y sólo se mantiene el efecto fantástico mientras el
lector duda entre una explicación racional y una explicación irracional.
Todorov afirma que las dos últimas características de este tipo de literatura
requieren de la existencia de seres sobrenaturales y menciona específicamente a
las hadas. Aquí es donde se dividen los caminos entre Todorov y Tolkien.
Tolkien afirma que dentro de los cuentos de hadas el único ser sobrenatural
es el propio hombre, ya que éste no pertenece al mundo de Fantasía, lugar donde habitan las hadas, y su versión masculina,
según Tolkien, los elfos. Si bien la obra de Tolkien, desde el análisis hecho
por Todorov, formaría parte de los fantástico maravilloso, para el propio
Tolkien, quien escribió sus libros para sus hijos, niega tal cosa, ya que su
obra es la historia de un mundo paralelo, tan real como el nuestro, que denominó
Tierra Media o, por qué no, Fantasía. Esta disertación la hace
Tolkien en su ensayo Sobre los cuentos de
Hadas, publicado por primera vez en 1964. Allí planteará toda su tesis
acerca de los cuentos de hadas y paralelamente explicará el origen de las historias
de sus libros.
Pero qué es Fantasía, Tolkien
escribe: “Fantasía es una tierra
peligrosa, con trampas para los incautos y mazmorras para los temerarios”. Más
adelante describe el maravilloso mundo: “Ancho, alto y profundo es el reino de
los cuentos de hadas, y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte
de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que
embelesa y una peligro siempre presente; la alegría lo mismo que la tristeza,
son afiladas como espadas”. No parece distanciarse de Todorov e incluso de
otros teóricos de lo fantástico como Maupassant o Castex. El problema mayúsculo
lo encontramos en el carácter sobrenatural del habitante de estos parajes, ya
que Tolkien afirma que: “sobrenatural es una palabra peligrosa y ardua en
cualquiera de sus sentidos, los más amplios o los más reducidos, y es difícil
aplicarla a las hadas [...] porque es el hombre, en contraste, quien es
sobrenatural (y a menudo de talla reducida), mientras que ellas [las hadas] son
naturales, muchísimo más naturales que él”. Parece haber en la explicación de
Tolkien un dejo de desprecio hacia el hombre, quizás justificable al haber sido
el escritor un duro fustigador de la guerra y del mundo político europeo del
momento. Tolkien vivió muy de cerca la barbarie de la guerra, ya que tuvo que
participar en la Primera Guerra Mundial. Hecho que lo marcó para siempre.
Tolkien asegura que los cuentos sobre hadas nunca han existido, por el
contrario los cuentos llamados de o sobre hadas terminan siendo narraciones
sobre el país de las hadas, es decir, Fantasía, en donde no sólo habitan hadas
y elfos sino “enanos, brujas, gnomos, gigantes o dragones: cuenta con mares,
con el sol, la luna y el cielo; con la tierra y todo cuanto ella contiene:
árboles, pájaros, agua y piedra, vino y pan, y nosotros mismos, los hombres
mortales, cuando quedamos hechizados”. Al quedar hechizado, el hombre no
obtiene alguna respuesta lógica a lo ocurrido y por lo tanto, si seguimos los
planteamientos de Todorov, entonces hablamos de relatos maravillosos.
Cuando intenta hacer una explicación acerca del origen de los cuentos de hadas
parece haber una nueva situación contradictoria. Los cuentos de hadas conocidos
por la tradición no son más que la repetición de viejos motivos y mitos, muchos
de ellos remontados hacia la época clásica de la cultura occidental. Explica
Tolkien: “Así leemos que Beowulf no es sino una versión de Dat Erdmänneken; que
El toro negro de Norroway es La Bella y la Bestia, o que es la misma historia
de Eros y Psyque; que el nórdico Mastermaid (o La batalla de los pájaros
gaélica y sus muchos congéneres y variantes) es la misma historia del cuento
griego de Jasón y Medea”. Sin embargo, la idea de cuento de o sobre hadas tiene
tres bastiones de donde parte como género de literatura fantástica. Las tres
fuentes las descubre en Shakespeare, Michael Drayton y Charles Perrault.
Ahora bien, la pregunta de si son aptos o no para los niños, cabe decir, en
primer lugar, que toda la obra de Tolkien fue escrita para sus hijos. Ellos
fueron los primeros críticos de sus textos, de hecho, es el hijo de un amigo
quien le insiste en la idea de hacerle una continuación a El Hobbit allí nace
la trilogía del anillo. Escribe irónicamente: “Normalmente se acepta que los
niños son los destinatarios natos de tales cuentos, o los más apropiados. Al
hablar de un cuento de hadas que consideran que tal vez los adultos podrían
leer con deleite, quienes hacen su reseña se permiten con frecuencia donaires
de este tenor: este es para niños de entre seis y sesenta años. Pero estoy aún
por ver la propaganda de un nuevo coche en miniatura que comience así: este es
un juguete para criaturas de entre diecisiete y setenta años; aunque se me
ocurre que esto sería mucho más apropiado”. Tolkien considera un error la idea
de asegurar que los cuentos de hadas son para los pequeños lo que la leche a
los bebés. Terrible destino y encasillamiento. Por la misma suerte han
atravesado figuras de la literatura seria
como Hermann Hesse, quien es asumido como escritor para jóvenes, incluso hay
algunos que plantean la idea de que existe una época Hesse en los futuros
escritores o artistas. Pareciera que el hombre cuando llega a determinada edad
se hace insensible a los temas de estos escritores.
Si bien algunos insisten en el planteamiento de que los cuentos de hadas
son para niños, hay otros estudiosos que plantean lo contrario. Afirman que los
cuentos de hadas alejan a los niños de sus entornos cultural, histórico y social,
van más allá, los cuentos de hadas abstraen a los pequeños de la realidad. Pero
¿qué es la realidad? ¿Cuál es la realidad? Efectivamente, los lugares en donde
se desarrollan estos cuentos son irreales (Fantasía),
pero los temas, los valores allí desentrañados son aspectos que la propia
realidad han hecho exquisiteces de algunas almas desorientadas. Acaso la
fidelidad, la bondad, la valentía, el amor, la fraternidad, son hechos ajenos a
la realidad? Y cuál es el drama si el portador de estos valores es un enano, un
hada o un elfo? Cuando es justamente estas características las que hacen de
estos personajes héroes para los más pequeños.
Los cuentos de hadas son hechos para quien quiera leerlos y disfrutarlos,
esa es la conclusión de Tolkien. Son hechos para almas sensibles y estas pueden
estar en un anciano, en un joven o en un niño.
¡Excelente! Ésta ha sido una de las entradas que más he agradecido leer.
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