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Mostrando las entradas de enero, 2022

Música y Holocausto

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  Por Valmore Muñoz Arteaga A Miranda Muñoz, mi hija El pasado 27 de enero conmemoramos con más olvidos que recuerdos el 77 aniversario de la liberación de casi 8000 judíos del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. El Holocausto es un acontecimiento histórico que ha dejado una profunda huella en mì, tanto en lo personal, como en lo espiritual e intelectual. En la intimidad de mi biblioteca quise guardar un silencio particular, pues estuvo lleno de música. Decidí escuchar Quatuor pour la fin du temps (Cuarteto para el fin del tiempo) del compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992). La obra fue creada y estrenada durante la Segunda Guerra Mundial, mientras el compositor se hallaba preso en el campo de concentración de Görlitz que, originalmente estaba destinado para ser un campamento de actividades de las Hitlerjugend o Juventudes Hitlerianas. Se le consideró una especie de campo blando , ya que, cuando se trata de instalaciones nazis, la prisión sin exterminio y con cierta t

Educación, presencias y sombras

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 Por Valmore Muñoz Arteaga “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura”, canta San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual. En un momento en el cual nos hemos visto obligados por la pandemia a explorar, con más pena que gloria, las bondades de la Educación Virtual, esto versos caen como rocío sobre un desierto de confusiones y apatías. La lejanía de las aulas nos han volcado a descubrir o redescubrir la necesidad del otro, de aquella presencia que es capaz de curar todas las dolencias de amor. El ejercicio docente necesita de esa presencia de aquel que más se quiere, por quien se adolece, se pena y se muere, tal y como expresa el místico poeta. No, no creo que estuviera pensando San Juan de la Cruz en un salón de clase, tampoco en una pandemia y mucho menos de Educación del tipo que sea, pero es que los poetas realmente no creen en nada, más bien, no parten de ninguna certeza, sino más bien, de

El Valor de la Democracia

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 Por Valmore Muñoz Arteaga A Ángel Lombardi Durante la homilía del funeral del padre Rafael Palacios, quien murió martirizado el día 20 de junio de 1979, a las 8:45 de la mañana en la ciudad de Santa Tecla en El Salvador cuando cuatro desconocidos, que se conducían en un vehículo, dispararon contra él, Monseñor Oscar Romero lanzaba una pregunta cargada con la herida de la impotencia: “¿Dónde está el honor de nuestra democracia si han de morir así las gentes como perros, y se quedarán sin investigar las muertes como la del padre Rafael?”. Una pregunta cargada de amargura, pero sin abandonar la esperanza de que alguien, al tratar de responder, asuma la responsabilidad de iniciar un camino de reconquista de los valores que han de definirla. Para Romero parece claro que existe una relación muy estrecha entre la persona y los valores que definen a la democracia, de hecho, me atrevo a afirmar que es justamente la persona el valor fundamental y sustancial de la democracia. La democracia y

Del diario de Martín

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Por Valmore Muñoz Arteaga   Escuchar la música de Bach y Mozart me conduce inevitablemente a recordar algunas páginas de Hermann Hesse y leer algunas páginas de Hesse me conducen a pasajes de las magníficas obras de Bach y Mozart. Esta relación tan íntima la produjo en mí el profundo impacto que me causó leer El Lobo Estepario , la novela más occidental del alemán y, sin duda, la que más he disfrutado. La novela que describe el drama existencial y espiritual de un hombre que vive la transición del siglo XIX al XX y que no termina por encajar con los nuevos valores que la modernidad, poco a poco, comienza a establecer. Entre sus líneas, ideas y pasajes logré hallar un bálsamo para mi inconformidad. En Harry Haller descubrí un alma afín a la mía. Un espíritu siempre inconforme, a veces con una voluntad firme, de hierro, incluso hasta avasallante, pero otras tantas fastidiado, aburrido, oscurecido por situaciones que no termina de asimilar. Mientras escucho justamente a Bach recuerdo qu

El perdón o la venganza del cristiano

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 Por Valmore Muñoz Arteaga A Lilia Lombardi de Rondón Normalmente, cuando se hace referencia a la conversión profunda que vivió Monseñor Oscar Romero frente a la realidad histórica de El Salvador que terminaría por arrojarlo de manera infatigable a la lucha por los derechos humanos, se hace mención del impacto que él causó el cruel y cobarde asesinato del padre Rutilio Grande. De hecho, así fue. Sin embargo, hubo otro asesinato posterior al del padre Grande que lo marcaría de manera decisiva. Me refiero al asesinato del padre Alfonso Navarro, ocurrido el 11 de mayo de 1977 en la Parroquia Cristo Resucitado de la Colonia Miramonte. Un asesinato no menos cobarde que el cometido dos meses antes contra el padre Grande, pero que le brindaba a Romero, y por medio de Romero a nosotros, una lección de amor cristiano. El padre Alfonso solicitó como última voluntad que lo inhumaran en la capilla y, más que hablar, gritaba: “!Sé quiénes me han matado, pero también quiero que sepan que los perdono

Mi esposa, su cuerpo, nota personal

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  Por Valmore Muñoz Arteaga Heinrich Heine (1797-1856), es uno de los grandes poetas del romanticismo alemán, de hecho, para muchos, el último gran poeta romántico. Judío convertido al cristianismo se dejó consumir por las llamas que brotan incandescentes del cuerpo de aquella mujer más hermosa que las cortinas del Rey Salomón, cuyas mejillas son lindas entre los pendientes, de ojos como palomas y que es capaz de guardar en su pecho saquitos de mirra para deleite de su amado, manzano entre los árboles del bosque. Esa mujer, esa esposa, esa amada es la que engalana el Cantar de los Cantares . Seguramente también llevado de la mano por el Novalis, otra de las máximas figuras de la poesía alemana, que decía que al poner un dedo, un solo y único dedo sobre el cuerpo de la amada era semejante a tocar el cielo. Quizás por ello, Heine canta decididamente que el cuerpo de la mujer es un poema que, a instancias del Espíritu, Dios Nuestro Señor escribió en el gran álbum de la naturaleza. El cuer

Silencio, diálogo y sinodalidad

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 Por Valmore Muñoz Arteaga Escribe Carl Jung que el hombre contemporáneo, el hombre moderno, parece haber olvidado el silencio entregándose al estrepitoso ruido debido a que, sobre todo, tiene miedo de sí mismo, tiene miedo al silencio que lo obliga a contemplarse como frente a un espejo. Ese miedo lo empuja a buscar compañías ruidosas para echar a los demonios que lo habitan. El ruido parece brindar cierto sentido de seguridad , como lo podrían hacer las multitudes. Se siente protegido de penosas reflexiones, de sueños inquietantes, “nos asegura que estamos todos juntos y hacemos un bochinche tal que ninguno osará agredirnos”. De esta manera y por estas razones, llenamos todo nuestro espacio físico y mental a riesgo efectivo de bloquear nuestra creatividad, nuestra fantasía, proyectándonos hacia una pura exterioridad, superficialidad, masificándonos y alienándonos. El propio Jung ya advertía en 1957 las consecuencias de habernos entregado al ruido: aturdimiento, apatía, destrucción

Nota marginal sobre el amor

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 Por Valmore Muñoz Arteaga No se requiere estar muy enterado de las vueltas de la realidad contemporánea para darse cuenta de que la palabra crisis forma parte de la dinámica social mundial. Una crisis que nos rodea y nos afecta, a veces, de manera asfixiante. Crisis de todo tipo: crisis económica, crisis migratoria, crisis de la identidad, crisis climática, crisis de las vocaciones, crisis de la educación, crisis de los valores, crisis de la Iglesia; en todos los campos, la etiología más común de lo que nos sucede se expresa mediante el vocabulario de la crisis. Inclusive hay quienes vienen desarrollando la idea según la cual también venimos atravesando una crisis teológica: las obras de Hans Urs von Balthasar, Karl Barth y Hans Küng   –tal como podemos ver en algunos de los títulos de sus textos paradigmáticos– solo son respuestas a una profunda crisis de la teología y la Iglesia.   No creo que pueda ser distinto luego de haber atravesado la oscuridad que despertó en el hombre la

Hasta el fondo, hasta ese resplandor

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 Por Valmore Muñoz Arteaga He leído un libro llamado “Mitos de Amor. Filosofía del Eros” de Umberto Curi, profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de Padua, publicado por Ediciones Siruela en 2010 bajo su colección El Ojo del Tiempo. Un libro que, p artiendo del relato platónico del Banquete hasta las innumerables versiones de la figura de Don Juan , habla del amor desde múltiples puntos de vista. El libro deambula por las razones y sin razones que explican por qué los mitos del amor nos desnudan un sentimiento imposible; porque, “en el horizonte de la vida humana, la nostalgia de aquel uno que éramos habrá de acompañarnos constantemente”. Mitos que nos ayudan a comprender que el amor es una maravillosa experiencia con doble rostro: unión y separación, apropiación y pérdida, saciedad e insatisfacción, felicidad y dolor, en pocas palabras, vida y muerte. El ensayo de Curi lo inicia con una reflexión acerca de cómo fue concebido el amor en Occidente. El amor desde un princ