Los anticristos

 

A Ángel Lombardi


 

Una de las obras de arte más inquietantes que he podido conocer es, sin duda, el anticristo de Luca Signorelli. La predicación y hechos del Anticristo (1500-1504) es un colorido fresco del renacentista Luca Signorelli en el cual un hombre con atributos similares a Jesucristo lo imita para ridiculizarlo, un falso mesías, pero este oscuro personaje no está solo, tras él, musitándole al oído lo que debe decir, podemos ver a Satanás, con su aspecto tradicional. Las dos representaciones asemejan a un marionetista y su muñeco, pues los brazos del Anticristo parecen extensiones de las extremidades del diablo. A los pies de ambos, sobre un pedestal, se amontonan fortunas y tesoros ofrendados por sus adoradores y seguidores entusiastas: son los pecadores, que se han dejado arrastrar por el mal. Este fresco se encuentra en Orvieto, pequeño municipio situado en la provincia de Terni en la región de Umbría, Italia. Esta obra espesa y profunda parece haber movido la sensibilidad humanista de Mariano Picón Salas (1901-1965) en 1937. Una nota hace constancia de ello: Los Anticristos. En esa nota, el pensador merideño, deja constancia de su honda preocupación por el avasallante paso de los anticristos por Europa ¿Quiénes son estos anticristos? “Conoceréis el Anticristo en cuanto encarna la pasión fría, cultiva la discordia entre los hombres y opone a la religión del Evangelio otra en que predomina la corrosiva violencia”. En 1937, Picón Salas no podía tener idea de lo que vendría, del horror que despertarán0 estos anticristos. Estos pilotos del furor y del instinto desatado, símbolos y realizadores de ese como submundo de lo humano, llenos de resentimiento y confusión mental. Nadie lo pudo sospechar. Nadie podía imaginar que el hombre sería capaz de llegar a tanto movido por una ideología, por un proyecto ideológico que bebía de las mismas raíces del mal, y es que, el Mal existe, es real y brota en el alma humana a partir de la caída del hombre en brazos de la soledad siempre árida del mundo. Ese mundo que logró generar la más brutal de las esclavitudes, la del vacío existencial.

Estos anticristos que amasan fortunas y poder a partir de la ceguera que la frustración económica y social genera en muchos, han olvidado que la verdadera vocación del hombre, vocación inicial y original es la bondad. Todos, absolutamente todos, hemos nacido para la bondad, para el bien, a Dios le pareció que todo lo creado estaba bien desde el principio. Nadie nació para ser un criminal, nadie nació para ser un torturador, nadie nació para ser un asesino, nadie nació para engañar, para «como sea» vulnerar la dignidad humana y sus derechos. Todos nacimos para amarnos, dirá en una homilía Mons. Oscar Romero, para comprendernos. Sin embargo, estos anticristos insisten en regodearse en sus perversas oscuridades, insisten en señalar a Barrabás como su libertador y seguirlo, aunque éste tan sólo sea una sombra perdida en los evangelios. Los anticristos que describe Picón Salas no difieren mucho de los anticristos de hoy. Siempre es lo mismo: el mal no cambia, no es capaz de crear, de ampliarse y fructificar como sí lo hacen el bien y el amor. El mal siempre es el mismo, sólo cambia de nombre. Estos anticristos de hoy, al igual que los de ayer, son devoradores de la carne del hombre, pero también de las obras de su espíritu. Son dueños de una violencia interior, de un turbio delirio de poder por el poder mismo. Dueños de una estupidez infecciosa, de una malaria del alma, de “un cáncer que invade de retórica purulenta”. Estos anticristos sólo tienen palabras más o menos logradas para despertar en almas más o menos logradas un aplauso, un festejo, una felicitación, una aceptación. Anticristos y seguidores, enceguecidos por pasiones elementales, niegan en el hombre –y en sí mismos– las chispas de divinidad que primordialmente tenemos, y esa chispa, ese brote sublime nos hace un «alguien» más allá de una raza, una nación, una ideología, un partido político.

Algunos de estos anticristos buscan esconderse tras un discurso sin sustento, poéticamente vacío, frondoso en lugares comunes, que dicen tanto para no decir nada, en especial porque frente a sus narices cada vez más hinchadas de soberbia, la vida pierde su sacralidad erosionando la ritualidad profunda del misterio divino expresado en el nacer, en el morir, en el vivir. Cierro los ojos y vuelvo al fresco de Segnorelli y a su anticristo señalando las virtudes del dinero y del poder. Sin embargo, las palabras certeras de Mons. Romero me sacan del sopor vergonzoso para decirme que el dinero no es malo, pero que los hombres egoístas son los que lo hacen malo y pecador. El poder, me dice también, no es malo, pero el abuso de los hombres ha hecho del poder algo temible. “Todo ha sido creado por Dios, pero los hombres lo han sometido al pecado”. Materias sin alma que arrasan sin pudor alguno a cada hombre que es, como sabemos, imagen de Dios, el mismo Dios que mencionan sin ningún tipo de escrúpulo, de vergüenza, lógicamente, en su praxis Dios nada significa, pues, ellos, estos anticristos, son materia sin alma, y la materia sólo responde a la finitud de la materia, ellos, ellos sí nacieron para la muerte. Sólo son capaces de la muerte.

Anticristos que han licuado su ser-estar aquí a ideologías siniestras, las mismas de siempre. El siglo XX nació albergando en su racionalidad los huevos del basilisco, las semillas que dieron origen a las ideologías del Mal, que llenaron al mundo, al propio mundo que las amamantó, de miserias que condujeron al hombre a los crímenes más abominables y que han hallado en el hambre, la pobreza y la negación del conocimiento pleno sus manifestaciones modernas. Ideologías que hoy se han confundido en un mismo veneno. Ideologías derramadas inicuamente sobre Venezuela que se han venido manifestando a través de una amarga subversión a los derechos, bienes y propiedades de todos. Ideologías que León XIII señaló como mortales pestilencias que se infiltran en las articulaciones más íntimas de la sociedad humana comprometiendo y poniéndola en peligro de muerte. Nuestros anticristos beben de ese veneno y se lo dan a beber a sus seguidores.

Sin embargo, dice Picón Salas, creer en la Justicia es ya una manera de realizar la Justicia. “Lo que importa en esta hora trágica del mundo [y de Venezuela, digo ahora] es que los espíritus que tienen fe en el destino del hombre y de la Cultura sobre las banderías rencorosas que quieren imponernos su violencia, no pierdan la cohesión y el fervor”. Somos muchos los que, cada quien desde donde le corresponda, estamos dispuestos a dar la batalla por la defensa de la persona y la dignidad humana. Somos muchos los que creemos en la inteligencia contra la ceguera irracional de la violencia y la fuerza. Somos muchos los que todavía escribimos la palabra Dios pensando en la sangre compartida de los mártires. Ese mismo Dios que, a diferencia mía y de ustedes que me leen, no tiene complejos de inferioridad, es soberano, verdaderamente soberano y lo puede todo, pero, al mismo tiempo, es justo y misericordioso, por eso mismo, Mons. Oscar Romero vuelve a decirles a todos estos anticristos que todavía está abiertos para ellos el camino de la amistad y la fraternidad, a los que tienen la conciencia intranquila porque saben que han ofendido a Dios y al prójimo: “que no pueden ser felices así, que el Dios del amor los está llamando. Los quiere perdonar, los quiere salvos”. No busquen más afuera y penetren en ese santuario íntimo de la conciencia, celda privada que todos los hombres tenemos, allí, en esa íntima soledad, hablen con el Señor. Cristo los ama, pese a la burla que han hecho de Él. Los ama, no los odia. Los ama y anhela sacarlos de las garras terribles de la idolatría, “de las falsas posiciones, para buscar un verdadero camino, donde puedan encontrarse con la misericordia que Dios está ofreciendo, para perdonarlos, para justificarlos […] La esperanza verdadera no está en una revolución de violencia y de sangre, ni la esperanza está en el dinero y en el poder, ni en la izquierda ni en la derecha […] La liberación que se grita contra otros no es verdadera liberación. Liberación que procura revoluciones de odio y de violencia, quitando la vida de los demás o reprimiendo la dignidad de los otros, no puede ser verdadera libertad”.

El bien siempre vence al mal, pero el mal siempre nos amenazará con volver con otro nombre si no somos capaces que buscar la verdadera libertad que sólo viene de la trascendencia. En mi caso, Cristo es esa trascendencia y en Él desahogo mis penas, mis preocupaciones, mis angustias y mis esperanzas. El dolor y el sufrimiento no los apagan las promesas de fortunas y poder, menos todavía si nuestras esperanzas son mayores que esos dolores y sufrimientos. Por ello, citando una vez más a Mons. Romero, quien arribará al primer centenario de su nacimiento el año próximo, digo ánimo, queridos perseguidos, torturados y todos aquellos que esperan una patria mejor y no ven horizontes. “Los sufrimientos son condición de la redención que no se ganó sino con un Cristo clavado en la cruz, pero después vino la resurrección, y en el corazón de Cristo nunca se apagó la certidumbre de que el mundo iba a ser redimido a pesar de su fracaso aparente”. Hermanos anticristos, hijos de Barrabás, recuerden que Barrabás, a pesar de todo, fue el primero por el cual Cristo entregó su vida.

Paz y Bien

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