Ceguera Moral

 Por Valmore Muñoz Arteaga


La liberación de los campos de concentración comenzó a desarrollarse a partir del 27 de febrero de 1945. Entre los judíos liberados se encontraba el escritor italiano Primo Levi. Su experiencia en Auschwitz quedó descrita en su novela Si esto es un hombre, publicada en 1947, pero que comenzó a escribir en diciembre de 1945, es decir, casi un año después de su liberación. Uno de los testimonios más terribles sobre el Holocausto desarrollado a partir del acompañamiento de la Divina Comedia de Dante. Sin embargo, ni la imaginación fecunda del poeta supremo pudo describir lo que fue el descenso al infierno vivido por Levi. En todo caso, en medio de la vorágine de brutalidades que describe, me causó notable impacto una frase. Una frase que parece haber despertado de un sueño ligero desperezándose para salir a caminar en nuestro tiempo: “Come tu pan y, si puedes, el de tu vecino”.

Con estas palabras rescatadas del corazón de las sombras, de esa zona gris de la condición humana, Primo Levi expresa dramáticamente las bases en las cuales se sustenta el mal en la actualidad: insensibilidad ante el sufrimiento humano y el deseo de colonizar la privacidad. Hablamos de una situación que, en cierta forma, nos desnuda José Saramago en su novela Ensayo sobre la ceguera en la cual algunos personajes nos muestran el descenso a lo más profundo de los fines perversos de los seres humanos. Novela que retrata un mundo cuyas políticas públicas se basa en la segregación, exclusión y eliminación de la alteridad. En donde las estrategias de control-manipulación utilizadas por el estado son sutiles, sofisticadas y clásicas, entre ellas, la más eficaz; el miedo.

Sin embargo, otro libro desviste con mayor claridad de estas cuestiones. Me refiero al libro escrito por Zygmun Bauman y Leonidas Donskis cuyo título es Ceguera Moral y que encabeza mis palabras. Un libro que rescata para el siglo XXI el concepto de banalidad del mal dado a conocer ampliamente por Hannah Arendt. Bauman reflexiona en torno a la insensibilidad moral que, según su apreciación, caracteriza a estos tiempos a los que se refiere como líquidos. Insensibilidad que define al tipo de comportamiento cruel, inhumano y despiadado (como) una postura ecuánime e indiferente adoptada y manifestada hacia las tribulaciones de otras personas. Actitud que podría traernos a la memoria la hermosa parábola lucana del buen samaritano (10, 25-37) reflejada en el sacerdote y el levita que pasaron de largo frente al hombre herido.

La actitud social de esta ceguera moral es la indiferencia, pero no sólo la indiferencia con el otro, sino con uno mismo. No hemos comprendido que al atentar contra el otro lo hacemos contra nosotros mismos. La indiferencia mata, nos advirtió el Papa Francisco, pues equivale al odio, al insulto y al desprecio. Recuerda que con el odio también se puede matar a una persona, pues Jesús afirma que, ante el tribunal de Dios, incluso la ira contra un hermano es una forma de asesinato. De hecho – señala el Papa - el Apóstol Juan escribió: "El que odia a su hermano es un asesino" (1 Jn 3:15).

Las relaciones que brotan de este estado de ceguera moral son aquellas que se establecen a partir del grado de satisfacción mutua que pueda derivar de ellas. Una vez satisfecho el interés entonces entramos en lo que el Papa Francisco ha señalado como descarte: somos descartados o descartamos. Afirma Bauman que la insensibilidad moral inducida y artificial tiende a convertirse en una segunda naturaleza para el ser humano, abriendo así un proceso de deshumanización que invierte el sentido que describe el espíritu del cuento de Isaac Asimov llamado El Hombre Bicentenario en el cual se presenta la aventura de un robot que, debido a un proceso vigoroso de sensibilización, se transformó en humano.

Ahora bien, ¿puede este proceso detenerse o, por el contrario, es imparable? Un proceso que la pandemia parece haber fortalecido, ya que nos llevó a defender lo nuestro casi de manera paranoica e histérica. En un mundo cada vez más informado, pero con el corazón más cerrado. Incapaz de ser un aliado y cooperador de la verdad. El drama de la información que no baja hasta el corazón, como señaló el Papa Francisco. Concentrados en lo nuestro haciendo a un lado el nosotros, como señala el Papa, “nos olvidamos de los niños hambrientos, nos olvidamos de esa pobre gente que está en las fronteras de los países, buscando la libertad; estos migrantes forzosos que huyen del hambre y de la guerra y encuentran solamente una muralla, una muralla de hierro, una muralla de alambradas, una muralla que no los deja pasar. Sabemos que todo esto existe, pero no llega al corazón, no baja”. Vivimos en el abismo de la indiferencia.

Contra la ceguera moral tratemos de explorar la promoción del bien moral que se sostiene sobre el valor de la solidaridad. En Fratelli Tutti nos señalan que la solidaridad se expresa concretamente en el servicio. “El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad, y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas”. Bauman también deja claro que el orden del egoísmo genera una atmósfera de desconfianza y suspicacia, mientras el orden de la igualdad inspira confianza y solidaridad. Sostiene que practicar la solidaridad significa fundar nuestro pensamiento y nuestras acciones en el principio de uno para todos y todos para uno. Transitar sin demora, pero concienzudamente, de la tolerancia a la solidaridad. Lógicamente, todo esto tiene un principio, partir de una conciencia clara de que nos hemos vuelto, en la mayoría de los casos, en solitarios conectados. Si no cobramos real conciencia de esto, entonces no es posible la solidaridad. No se trata de un saludo a la bandera, sino de un verdadero cambio antropológico.

Paz y Bien

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