Intuiciones ecofeministas. Un libro de Ivone Gebara

 Por Valmore Muñoz Arteaga


Este ensayo no busca otra cosa que presentar algunas impresiones sobre un libro, sin duda, polémico. En algunos aspectos siento muy cercanas a mí las ideas de Ivone Gebara. En otros aspectos ocurre lo contario, muy lo contario. Hay líneas que, por extremistas, suelen causarme, por lo menos, oscuras sospechas. En todo caso, comparto mis impresiones sobre un libro importante en el corredor de las ideas de Latinoamérica. Cada quien tomará la posición que considere oportuna.

El libro Intuiciones Feministas de Ivone Gebara es un claro texto teológico. Un libro teológico que busca interrelacionar feminismo con ecología y adscribirse al ecofeminismo, un movimiento creado por la escritora y feminista francesa Françoise d’Eaubonne y que ha cobrado relevante importancia gracias a las reflexiones desarrolladas por Alicia Puleo, Vadana Shiva, entre otras. Ivone Gebara va más allá. Hace un replantea-miento teórico y práctico desde la misma idea del ecofeminismo. Gebara no se deja llevar por esencialismos y no esencialismos, punto muy sensible dentro de esta corriente del pensamiento. Ella está consciente de que la mujer y la naturaleza no son semejantes, pero se aferra a la idea de que las luchas actuales de hombres y mujeres deben trazarse en función de alcanzar un estado de dignidad cónsono con la dignidad del planeta. Por ello, a ese replanteamiento teórico y práctico le brinda una dimensión política radical que tiene que ver con la negación a la forma capitalista de explotación de la mano de obra humana y de los recursos naturales, ideas que ella viene desarrollando desde la teología de la liberación.

Gebara reconoce en las fundadoras del ecofeminismo el anhelo demostrar “la alianza de la lucha hacia el cambio de relaciones entre hombres y mujeres con la trasformación de nuestras relaciones con el ecosistema”. De tal manera que, tanto Gebara como las ecofeministas, se concentran en la conexión ideológica entre la explotación de la naturaleza y la explotación de las mujeres al interior del sistema jerárquico-patriarcal impuesto por el capitalismo. Esta es una idea que ya venía desarrollando Enrique Dussel en sus trabajos sobre liberación y erótica. Dussel, al igual que muchos teólogos de la liberación, entre ellos, Gebara, ve en la mujer las injusticias propinadas a los indígenas americanos, en un primer momento; luego ve en ella y sus luchas, las luchas de los obreros, de los pobres, de los marginados. Ella explica que la sumisión de las mujeres parte del mismo origen que la de los indios, negros y, actualmente, los pobres, y ese origen no es más que la consideración de verlos como seres primitivos, es decir, cercanos a la naturaleza. En el caso de la mujer, una cercanía que estaba ligada a las funciones fisiológicas de la reproducción, lactancia y cuidado de los niños. Razones que la alejaban de toda participación política y ciudadana. Sin embargo, Gebara, enfocándose en esas similitudes impuestas por el orden patriarcal, hace una nueva lectura de la relación entre mujer y naturaleza. “La asociación entre las mujeres y la naturaleza era clara, afirma Gebara, por eso las mujeres revoltosas y la naturaleza en desorden precisaban ser controladas”. Carácter revoltoso que ya había sido definido por los Padres de la Iglesia y que explican a través de la imagen de la bruja y su relación con el medio ambiente, visto, eso sí, como un espacio en el cual se constituía una especie de relación entre la mujer y el diablo. Sobre esta concepción se construyó un imaginario que la modernidad redefinió. Quizás lo redefinido no fue la concepción de la mujer, sino el papel que esta debía desempeñar en la sociedad moderna: ama de casa, subordinada a las relaciones matrimoniales y a la familia.

Sin embargo, lo más interesante a resaltar de Intuiciones Ecofeministas de Ivone Gebara es la necesidad que ella reconoce de cambiar las estructuras jerárquicas del mundo occidental a través de una nueva relación con el conocimiento. Para esta nueva construcción epistemológica, Gebara parte de los razonamientos de Lezek Kolakowski quien invita a la mujer a “impedir que nuestra capacidad cognoscitiva sea entorpecida por los dogmatismos que construimos a lo largo de la historia y, consecuentemente, a estar siempre atentas/os al movimiento de la vida”. Por ello Kolakowski parte de la idea de que la filosofía no consiste en entregar verdades sino en construir el espíritu de la verdad, lo cual implica estar en un constante cuestionamiento por muy obvio que pueda parecer. De allí la tarea pendiente de la mujer, según Gebara, mover las aguas patriarcales en todos los niveles del saber. En este punto, afila su juicio hacia la religión, particularmente hacia la fe y la institucionalidad católica que, a fin de cuentas, es la encargada de cimentar las bases de lo que se podría denominar experiencia religiosa y que ésta es siempre sometida a un control social, inclusive a nivel cognitivo.

Gebara comprende que, a través de esa experiencia religiosa, las mujeres han sido aprisionadas y manipuladas, “nuestro deseo de justicia y amor, afirma, puede quedar reducido a la obediencia de ciertas normas o leyes, y nuestra capacidad creativa, limitada al temor de una cierta concepción de pecado o Dios” ¿Qué hay detrás de esas concepciones de pe-cado o Dios? Miedo, un profundo y espeso miedo elaborado desde la relación con seres invisibles, sueños utópicos, ideas manipuladas acerca de la salvación y la perdición e incluso, la propia idea de Dios o del Diablo, del cielo y del infierno. “Cuando se trata de religión, escribe Gebara, la tarea epistemológica consiste en mostrar que el conocimiento, en el sentido religioso, puede ser un camino de justicia y de amor, pero también de sumisión e injusticia, si no estamos atentas/os a la fuerza increíble que lleva en su propia constitución”. Los hombres y las religiones se apropian y distorsionan la realidad, por ejemplo, se hace mención del seno de Dios Padre cuando es algo completamente impropio, ya que son sólo las mujeres la que tienen seno. Por ello comprende y explica que las personas –en esto no distingue entre mujeres y hombres– deben tener cierta posesión de su saber y una cierta posibilidad de reflexionar sobre su capacidad cognoscitiva, ya que esto permite un camino expedito a la liberación y esa liberación es, al mismo tiempo, un camino que se emprende a diario.

Las estructuras jerárquicas sólo pueden cambiar si existe un cambio epistemológico,  esta  es  una  necesidad  práctica,  básica  y  fundamental. Esto es comenzar a pensar de una manera distinta que posibilite tomar posturas distintas frente al conocimiento, abrir espacios de pensamiento alternativo, pensar nuestro propio pensamiento en función de aquello que que-remos. “Trabajar la epistemología, afirma Gebara, significa influir no sólo en los procesos de transmisión de conocimiento, sino intentar cambiar la propia estructura jerárquica de poder que continúa reproduciéndose en las bases de nuestra sociedad y por tanto de nuestro conocimiento”. Por otro lado, es bien sabido que en la construcción de conocimiento tanto mujeres como naturaleza, pese a que estaban allí, pasaron desapercibidas casi por completo; su opacidad sólo desaparecía cuando era inevitable para poder explicar y justificar al hombre. De tal manera que, aquello que señalamos como conocimiento es tan sólo una parcialidad, una visión limitada de la realidad. Por esta razón, el ecofeminismo se plantea ampliar esa perspectiva y darle paso a nuevas adquisiciones.

 Gebara entonces se formula una pregunta ¿intentamos introducir nuevos contenidos epistemológicos o, radicalmente, construir una nueva epistemología? Ella cree que se trata de ambas cosas. “Necesitamos, dice, construir poco a poco nuevos modos de conocer que se relacionen íntimamente con las nuevas cosmologías y cosmovisiones, y con las antropologías más unitarias. Necesitamos superar las divisiones dualistas y jerárquicas de nuestras formas de conocimiento y acentuar la conexión e interdependencia entre ellas”. Ahora bien, entendemos que cuando se plantean temas epistemológicos necesariamente hay que tomar los caminos –que no los atajos– de las cuestiones éticas. Gebara entonces enfatiza en más de una oportunidad y de diversas maneras que todo acto de conocimiento implica una postura ante el otro y la vida, ante los acontecimientos y las situaciones previsibles e imprevisibles sumidas en la cotidianidad. “No hay neutralidad posible, sentencia Gebara, aunque no seamos conscientes de la realidad en que vivimos y no conozcamos el sistema de influencias en que estamos inmersos” Por tal razón, de la manera en que el ser humano asuma y adopte el conocimiento dependerá su vínculo con los otros y las cosas que le rodean. De tal manera, Gebara llega a una conclusión elemental: “la relación entre ética y epistemología nada tiene que ver con un mundo abstracto: está enraizada en lo concreto de nuestra existencia”.

Este cambio epistemológico anhelado por Gebara pasa por un cambio en el universo teológico patriarcal, esto es: replantearse el carácter esencialista de la religión, modificar el monoteísmo como modelo divino centralizador, modificar la visión del varón como medida de todas las cosas, neutralizar las ideas provenientes de verdades eternas y reorientar la tradición aristotélico-tomista. ¿Por qué medidas tan radicales? Sencillamente porque la cuestión feminista desde cualquier óptica toca la sensibilidad del poder y eso, aún hoy, es rechazado tajantemente, no sólo por la jerarquía, sino por la cultura religiosa presente en las Iglesias. Esa cultura se sustenta sobre la base de una emoción colectiva en torno a la figura del sacerdote, de alguna manera, es como si él representara también un ideal del hombre –un hombre muchas veces más educado que el padre o el marido– y que ayuda a afianzar la autoridad. Un cambio epistemológico que, por otro lado, vindique el valor dela afectividad no sólo por el otro sino por el ambiente donde somos y nos constituimos en nosotros.

Desde una revisión de la teología de la liberación, desde una revisión a los conceptos en torno a los cuales hemos venido construyendo realidades, Ivone Gebara tiende Intuiciones Ecofeministas como una alternativa de pensamiento alternativo, no sólo para la mujer, sino para el ser humano en general. Ivone Gebara nos muestra en las páginas de este libro un nuevo itinerario a cumplir, un nuevo objetivo a alcanzar: ver a la mujer y junto a ella todo cuanto ha sido marginado como sujetos teológicos, capaces de recrear y hacer fecunda la vida desde su idoneidad para tomar decisiones éticas y para discernir con propiedad cuestiones políticas, morales y de contenidos de fe.

Paz y Bien

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